ANNIHILATOR (CAN) «Never, Neverland» (Roadrunner records, 1990)
Por Daniel Gallar
Estamos de lleno en 1990 y los canadienses ANNIHILATOR, después de haber sacado esa joyita de debut llamada «Alice in Hell» nos brindaron justo un año después (qué tiempos aquellos en los que los grupos sacaban un disco cada año) el siempre difícil segundo disco. Seamos francos: una de las características principales de ANNIHILATOR (para bien o para mal) es que no tienen dos discos parecidos. Siempre habrá, claro está, cosas que podemos esperarnos de sus discos y elementos siempre en común, como esos riffs ultra técnicos y melódicos o interesantes letras. Pero no hay dos discos de ellos iguales.
«Never, Neverland» tuvo la difícil tarea de como mínimo igualar al imponente «Alice in Hell», un disco excelente que nos pilló a todos de sopetón en su momento por su frescura y esa forma un poco diferente de entender el thrash a nivel musical… añadiendo unos toques de exquisitez y elegancia hasta entonces difíciles de encontrar (aunque la voz de Randy Rampage era buen macarruza y cervecera, todo sea dicho). Bien… ya de entrada, decir que el disco es como mínimo tan bueno como el debut (objetivo más que cumplido).
Esta segunda placa, sin embargo, que sería sin duda el último disco «clásico» de los canadienses, siempre está ligada al debut aunque nos encontramos con diferencias notables en cuanto a sonido. Para empezar, el vocalista es diferente y, a un humilde servidor, le gusta bastante más. Coburn Pharr tenía una voz thráshica más cuidada, elegante y aterciopelada si se me permite la expresión en un contexto thrash. Esto permitió al quinteto de la Columbia Británica (al haber dejado su Ontario natal) ir más allá del thrash desenfrenado de su primera obra. Coburn era un cantante que podía haber cantado perfectamente en bandas más heavy tradicional o US power metal (de hecho llegó a cantar y grabar con los legendarios OMEN). Por lo tanto, esta versatilidad aportó más variedad al sonido de ANNIHILATOR, lo cual para mí es de agradecer. Supongo que lo primordial a la hora de abordar este segundo LP es comprender que, aunque elementos en común entre éste y «Alice in Hell», «Never, Neverland» tiene por momentos un toque más US power metal e incluso groove. El debut apenas tiene estos elementos. Digamos que la primera mitad de «Never, Neverland» es una brillante mezcla de thrash/power/speed/groove mientras que la segunda de alguna manera se endurece un poco más y se vuelve al thrash puro. Supongo que los «puristas» verán esto como una debilidad… pero es que el disco en una auténtica delicia lo mires como lo mires. Esa variedad de estilos añade mucho encanto al riffeo exquisito de Jeff Waters y, en combinación con la mayor versatilidad de Coburn Pharr, nos brinda un disco un poco superior al ya de por sí magnífico debut. Como curiosidad decir que Pharr dejó por completo la música poco después y hoy en día es presidente de una empresa que fabrica productos de plástico. Lo que son las cosas.
La producción correctísima aunque limpia y cristalina y hoy en día todavía relevante que da alas al disco. En cuanto a los temas… como he dicho antes, Pharr da mucho más juego con su voz al tener mucho más registro. En temazos como «The Fun Palace», «Stone Wall» o “Reduced to Ash» se luce especialmente quitándole un poco de protagonismo a Waters a la guitarra, lo cual me parece bien ya que ANNIHILATOR nunca debió ser una mera excusa para que que Waters nos enseñara al resto de los mortales lo héroe de la guitarra que es (como ha sido el caso con álbumes más posteriores e inferiores en calidad). A pesar de haber auténticos temazos, el álbum fluye un poco descompensado en la placa. Me explico: la estructura de la misma siempre me ha parecido un poco incoherente. No me malinterpretéis… todos los temas son de buenos a geniales y funcionan bien individualmente, pero falta un poco de cohesividad. No hay un «todo» evidente y además el orden de los temas en el tracklist no le hace demasiados favores al disco. Aun así, «Phantasmagoria» y «I Am In Command» son auténticas joyas del thrash técnico/progresivo se mire como se mire. Me encantan los cambios
de tiempos, riffs potentes pero elegantes y por supuesto, los solazos que se marca el señor Waters que son de quitarse el sombrero. El title track y «Fun Palace» están más bien a medio camino y nos ofrecen una faceta nueva en ANNIHILATOR. Dos temas formidables con una elegancia increíble. «Stonewall», que fue el single del álbum y que gozó del beneplácito de la poderosa MTV, es un buen tema que, aunque haciendo guiños a un público no thrash, funcionó muy bien. Muy buen estribillo aunque el tema en sí puede llegar a indigestar si se escucha mucho. «Sixes and Sevens» y «Road to Ruin» casi tiran más hacia el speed metal. Son dos temas un poco similares y que rozan la genialidad, con un riffeo de vértigo y ambos temas con unos solos increíbles. En las partes más groove me gusta mucho el sonido de bajo aportando mucha profundidad y cuerpo a la muralla sónica que crean las guitarras (las malas lenguas dicen que el bajo en «Never, Neverland» es cortesía de Waters y no de Wayne Darley). La batería, aunque no es demasiado técnica, está muy bien ejecutada en todo el álbum aportando mucha fuerza y variedad. El único tema que quizás no me termina de convencer (por su contenido letrístico más que nada) es «Kraf Dinner». Musicalmente no está mal pero sin duda es el «menos bueno» de la obra. Y a nivel de letras… a mí cantar sobre macarrones con tomate nunca me ha llamado demasiado a decir verdad. Típico tema thrash humorístico de la época y ahí lo dejamos.
Resumiendo: «Never, Neverland» es el momento álgido de la carrera de ANNIHILATOR (o de Jeff Waters, total es lo mismo). Es una lástima que Jeff no pudiera mantener ese nivelazo en los discos posteriores – pero es que con tantos cambios de formación… ya me dirás si no es difícil tener un grupo bien consolidado de ese nivel. Buenos discos posteriores los hay… pero no de tan alto nivel. Con el álbum siguiente, “Set The World On Fire”, perdieron bastante fuelle y ya a partir de ahí cayeron en una espiral de discos más normalitos e incluso alguno tirando a mediocre. Si sólo tuvieras que tener un disco de este grupo tiene que ser éste. Es su obra definitiva y es un disco muy entretenido de escuchar con increíbles melodías, unas voces espectaculares y una inteligente mezcla de estilos (con predominio del thrash claro está). ¡SOBERBIO!
«Leading up the road to ruin…
you’re full of alcoholic speed!!»
Nota - 9.3
9.3
Nota
"Never, Neverland" es el momento álgido de la carrera de ANNIHILATOR (o de Jeff Waters, total es lo mismo). Es una lástima que Jeff no pudiera mantener ese nivelazo en los discos posteriores - pero es que con tantos cambios de formación... ya me dirás si no es difícil tener un grupo bien consolidado de ese nivel.