HELLFEST OPEN AIR FESTIVAL 2017 – 16, 17 y 18.06.2017 Clisson (Francia)
Texto: José Mora | Fotos: Jaime García
Hablar de Hellfest es, por qué no decirlo, hablar de uno de los festivales definitivos de la historia de la música rock. No resulta ya nada descabellado decir que lo que el festival francés está haciendo en la última década tiene todos los mimbres para ser recordado dentro de mucho tiempo como ahora hablamos de los míticos festivales de Woodstock, Lollapalooza o Reading que tuvieron lugar décadas atrás. Año tras año, la sensación es la misma: “lo han vuelto a hacer”. El concienzudo trabajo organizativo de las cabezas pensantes tras la marca Hellfest vuelve a colmar las expectativas de propios y extraños en su cita anual de tres días de fiesta y música.
Siempre nos referimos a Hellfest como un parque temático del rock, un “Disneyland metalero” que hace que año tras año peregrinemos miles de fans a Clisson, ese pequeño y coqueto pueblo en la zona de Nantes que probablemente ya nunca volverá a ser el mismo (para bien y para mal). Pero Hellfest es mucho más que todo eso. Hellfest no se limita a atracciones, estética y artificio como tantos parques temáticos o circos hacen. Hellfest entrega año tras año uno de los mejores line-ups de bandas a nivel mundial. Hellfest cuida el sonido, las infraestructuras y acomodaciones. Cuida a sus clientes, les escucha y se preocupa de que ellos, que al fin y al cabo son la base de todo esto, el sustento sobre el que el festival hace números, estén satisfechos y contentos. No conozco a casi nadie que, tras disfrutar del festival te diga “me ha decepcionado” o “no volvería”. Y eso, teniendo en cuenta que hablamos de unos 150.000 asistentes cada año, es mucho decir.
Los que llevamos ya varios años seguidos yendo, hemos visto la evolución del festival año tras año y hemos observado como la organización ha ido siempre paliando las limitaciones o problemas que surgían. Si daba la sensación de que algunos escenarios se quedaban pequeños… al año siguiente las dimensiones de las carpas y el warzone se habían aumentado. Que se levantaba excesivo polvo… al año siguiente el recinto entero pasaba a tener un suelo de cómodo y verde césped. Que hacía mucho calor y daba la sensación de no haber grifos suficientes… al año siguiente se plantan numerosas fuentes y se habilitan nuevas zonas de sombra. Este año, por ejemplo, apenas ha habido rastro de las colas de acceso al recinto que hubo durante la edición pasada, y cuando las ha habido han sido puramente inevitables y “desatascadas” relativamente rápido. Otra de las mejoras de esta edición ha sido el aumento de las dimensiones de los escenarios principales, de manera que la visibilidad y el sonido es mucho mejor incluso desde lejos. Pantallas más grandes, espacios más grandes, y todo más grande para los que quieran disfrutar de las bandas más grandes. El único borrón organizativo de este año es que el precioso césped del que disfrutamos en otras ediciones se ha visto levantado en algunas zonas, lo que unido al tremendo calor que sufrimos (sobrepasando los 30 grados de temperatura los tres días de festival) y el imprevisible viento que se levantaba de vez en cuando, dio lugar de nuevo a numerosas nubes de polvo que nos hizo el festival bastante más incómodo por momentos. No tenemos claro cuál es la solución a este problema, pero basándonos en nuestra experiencia, no nos cabe duda de que la organización tomará nota para hacer lo posible al respecto.
Estéticamente, el festival es cada vez más bonito. Desde la mastodóntica Gibson les Paul plantada en medio de una rotonda que espera a nuestra llegada, las entradas al recinto con forma de amplificadores Marshall y Orange, la enorme mano cornuda metálica a la entrada de la zona de conciertos, la nueva capilla para bodas metaleras, el ring de lucha libre, las cantinas más macarras de la faz de la tierra, los tributos a Lemmy en forma de estatua y cuadro, la cada vez más detallada, grande y molona “Hell city”, los espectáculos pirotécnicos por la noche… No cabe duda de que Hellfest entra muy bien “por los ojos”, pero como decía, este año tampoco fue excepción en materia musical.
Como siempre, unas 160 bandas de todos los tamaños, estilos, colores y sabores. El hecho de que el cartel de Hellfest sea más o menos redondo año tras año, depende más de gustos personales y de las giras que se produzcan cada verano que de ninguna otra cosa. Hay que pensar que, si el festival agota los abonos sistemáticamente aún antes de anunciar una sola banda de su cartel, es por algo. Hellfest auna varios “mini festivales” (o “maxi festivales” casi) en sí mismo, y cualquier fan del rock, metal o punk sabe que, aún comprando la entrada a ciegas, siempre va a tener al menos 40 o 50 bandas que le resulten interesantes como poco. Este año, la parte noble del cartel contaba con actos como las supuestas giras de despedida de dos titanes como Aerosmith y Deep Purple, el ejercicio nostálgico de Prophets of Rage o los multitudinarios Linkin Park. Como siempre, repartidos por los seis escenarios del festival, contábamos con un poco de todo: Emperor, Zeke, Suicidal Tendencies, Kreator, Perturbator, Mars Red Sky, Jared James Nichols, Black Star Riders, Marduk, The Damned… bandas grandes, medianas, pequeñas, extremas, melódicas, punkies, metaleras, rockeras y electrónicas. El universo sonoro que conforma Hellfest abre su espectro estilístico cada año un poco más y fideliza a nuevo público anualmente con las apuestas que toma a la hora de formar su cartel.
Como siempre, comentar que esta crónica repasa lo que servidor buenamente ha podido ver durante los tres días de festival. Las coincidencias entre buenas bandas son siempre inevitables si eres una persona de gusto ecléctico, y hay que decir que este año tuve un poco menos de fuelle que ediciones anteriores debido a ataques de alergia y otros achaques físicos que no permitieron que el maratón fuera tan maratoniano como otros años. Aun así, creo que se apretó bastante y muy bien. Vamos a ello:
Viernes 16 de Junio
La sensación el primer día de festival es generalmente la misma para la mayoría de gente. Relativamente temprano, todo el mundo tiene ganas de ver cuantas más bandas mejor, por lo que el calor no nos amilanó para comenzar el festival antes del mediodía y acercarnos al escenario “Valley” a ver como los noruegos Okkultokrati repartían zapatilla en forma de una especie de black metal rockero con ritmos motorheadianos aderezados con algunos sintes psicodélicos. Un buen show y una propuesta curiosa para romper el hielo y sorprender a unos cuantos curiosos. Tras ellos, tocaba chupar sol en los main stage para ver a los holandeses Textures ofrecer un concierto muy sólido en la que es su gira de despedida. Muy celebradas las canciones de sus redondos “Drawing Circles” y “Silhouettes” como fueron “Drive”, “Regenesis” o la inevitable “Awake”.
Los que se quedaron bastante sorprendidos con el nivel técnico de Textures, se quedaron con el culo torcido (de manera figurada) ante el abrumador despliegue instrumental que Animals as Leaders descargaron a continuación. Los americanos son una de las bandas abanderadas del progresivo de nuevo cuño, aunando influencias djent, jazz y metálicas con bastante solvencia, y aunque ni la hora ni el main stage eran el recinto adecuado para disfrutar de su exhibición, supieron ofrecer un concierto relativamente solvente. Esperamos a verlos más de cerca y en un escenario más pequeño para disfrutarlos completamente. Tras ellos, tocaba una dolorosa coincidencia Evergrey / Exhumed / Subrosa que se saldó a favor de los últimos. Después de disfrutar de su intenso concierto en Roadburn hace tan sólo unos meses, quisimos repetir para ver si aquello había sido cosa de un día o era la tónica habitual. Volvieron a demostrar ser una de las bandas del momento con su personal visión del doom y nos recordaron porque su último disco “For this we fought the battle of ages” nos gusta tantísimo. Geniales.
Tras una parada para repostar energías, los míticos Helmet tomaban el Valley a golpe de riffs contundentes y secos, propicios para una digestiva sesión de headbanging. Page Hamilton y sus chicos ofrecieron un buen concierto, con un set muy compensado entre temas clásicos y material más moderno, y con la solidez y buen hacer que se espera de una de las bandas básicas para comprender la evolución del rock durante los años 90. Tras ellos, volvimos al main stage a disfrutar de uno de los “entertainers” definitivos de la actualidad metalera. Devin Townsend Project supieron congregar a públicos muy dispares, juntar a gente que disfruta de sus sonidos más accesibles con otros que buscan en él emociones más extremas y enrevesadas, y no cabe duda de que al bueno de Devin le está saliendo bien la jugada teniendo en cuenta la ascensión de popularidad que su combo está teniendo en los últimos años. Sus credenciales, las habituales para este tipo de situaciones: canciones directas y efectivas, sonido pulcro y contundente, estribillos épicos y guturales sobrehumanos, ejecución intachable, carisma a raudales y mucho sentido del humor y buenas vibraciones. Con este cocktail ganador y temazos como “Kingdom”, “Supercrush”, “Stormbending” o “Deadhead” como parte del repertorio, la impresión general era que Devin y sus chicos abusan del resto del cartel en este tipo de situaciones a poco que estén finos.
Continuamos la jornada disfrutando a media tarde de una de las actuaciones definitivas del festival. Los que ya habíamos visto a Ministry en directo hace unos años, sabíamos lo que podían liar sobre las tablas Al Jourgensen y sus chicos, y no cabe duda de que la banda superó las expectativas de muchos. Tan macarras, reivindicativos, lisérgicos, antiimperialistas y contundentes como siempre, Ministry descargaron un show de muchísimos quilates con un repertorio que repasaba lo más granado de su discografía: “Just one fix”, “Lies lies lies”, “N.W.O.”, “Psalm 69”, “Señor peligro”… Apabullante sonido y unas geniales proyecciones y juego de luces que habrían lucido más si la banda hubiera tocado unas horas más tarde. Tal vez el único “pero” que podemos ponerle a un grandísimo concierto. Tras ellos, llegaba el turno de los americanos Baroness. Con su nueva guitarrista Gina Gleason totalmente integrada en el grupo en tiempo record, y haciendo un sobresaliente trabajo a las seis cuerdas y coros, Baroness comenzaron tirando de material de sus dos últimos álbumes (“Kerosene”, “March to the sea”, “If I have to wake up”, “Green theme”) para en la recta final revisitar material más antiguo (“Isak”, “The Gnashing”, “Tower falls”) y así dejar satisfechos a casi todos. Mucha entrega, ejecución muy compacta y cuidada, y un concierto más que notable de nuevo. Son casi un seguro de calidad para los que gustamos de todas las épocas de la banda.
La gira de despedida de Deep Purple hacía parada en Clisson y obviamente el petazo en los main stages era inevitable. Aunque es el tipo de concierto que ya solamente por el nivelazo de Steve Morse y la clase de Ian Paice merece la pena, la verdad es que el intachable trabajo musical de la banda se ve un tanto empañado por las limitaciones vocales actuales de Ian Gillan (inevitables por otro lado, teniendo en cuenta su edad y los excesos a los que ha sometido a sus cuerdas vocales durante décadas). Es innegable que Deep Purple adecúan su set al estado actual de su vocalista, y pese a desgranar clasicazos como “Strange kind of woman”, “Fireball” o “Perfect strangers”, el ritmo del show se ve un tanto interrumpido por sólos de teclado / guitarra, interludios, algún evitable discurso y canciones con menos gancho para que Gillan tome aire. No estuvo mal del todo, pero obviamente hace ya mucho que pasó el momento propicio para disfrutar de ellos en las mejores condiciones.
Otros que son impredecibles en directo son Electric Wizard. Gustándome bastante en estudio, hace unos años me resultaron un tanto aburridos en el mismo escenario en que descargaban esa noche, pero hay que decir que este año la moneda salió “cara” en vez de “cruz”. Ácidos, pesados, sucios e hipnóticos, consiguieron meter a más de uno en una nebulosa doom de más de una hora y de la que no fue nada sencillo salir. Impecable sonido, proyecciones molonas y uno de los conciertos de la jornada. A continuación, y mientras que Sabaton congregaba miles de metaleros en el main stage y Rancid hacían lo propio con sus fieles en el warzone, los suecos Marduk arrasaron el escenario “Temple”. Una lección de cómo tocar y hacer auténtico black metal. Compactos y crudos, no necesitaron artificios para aplastar a todo que lo se ponía por delante. Terminamos el día con los legendarios Autopsy. Pese a la coincidencia con Rob Zombie y Monster Magnet, teníamos clarísimo que había que ver a los americanos, auténtica referencia en el death metal más sucio y pútrido, así como una banda difícil de ver por nuestras tierras. De hecho, era el primer concierto del cuarteto en Francia desde hace 27 años, y vaya si cumplieron las expectativas. Acertaron basando su set en material de sus mejores discos (“Severed survival” y “Mental funeral”), sonaron duros y a la cabeza, y descargaron uno de los bolos extremos del festival. Tras casi trece horas de música en directo, no nos quedaban muchas fuerzas para disfrutar del último “slot” del día (formado por Alestorm, In Flames y The Damned) por lo que decidimos poner punto y aparte al festival, volver a las tiendas y recogernos para retomar fuerzas. Quedaban dos intensos días más por delante.
Sábado 17 de Junio
La segunda jornada de Hellfest comenzaba para nosotros a las 12.40 del mediodía con los suizos Monkey3. Stoner psicodélico y progresivo, de grandes y preciosistas desarrollos instrumentales, muy buena técnica y mucha profesionalidad sobre las tablas. Un muy buen comienzo del día. A continuación, una de las rarezas del festival. El DJ Igorrr se acompañaba de un batería y dos vocalistas, femenino y masculino, para ofrecer un interesantísimo concierto a medio camino entre el avantgarde, la electrónica, el metal extremo y la música clásica. Una de esas propuestas diferentes por las que se agradece que Hellfest apueste anualmente. Habría sido una banda perfecta para acabar el día, pero podemos decir que su slot está justificado por cuestiones de popularidad.
Mientras que Nails arrasaban el escenario Altar con su death / grind de sonido “motosierra”, Bongripper hacían lo propio en el Valley a la vez que desafiaban la gravedad con sus gordísimos riffs. Lo que pudimos ver de ambos conciertos fue francamente bueno, y las reacciones de los acérrimos de ambas bandas así lo confirmaban. Disfrutamos del almuerzo en el Warzone mientras que los reunidos Zeke repartían a diestro y siniestro. Punk rock metalizado, muy americano, visceral y sin contemplaciones. En sus propias palabras, llevaban cuatro días sin dormir apenas, y pese a no ser un concierto excesivamente brillante supieron meterse a la gente en el bolsillo tirando de temazos. Por nuestra parte, lo disfrutamos y los marcamos como “vistos” en caso de próximas coincidencias.
Continuaba el día, y tras un pequeño descanso pudimos ver como los franceses Mars Red Sky se manejaban ante su público local. Nuestra experiencia en el festival nos dice que los fans franceses suelen ser muy fieles y apasionados con sus propias bandas, y como no podía ser de otra forma, Mars Red Sky contaron con el apoyo de un montón de seguidores que disfrutaron de su personal sonido, a base de riffs gordísimos, influencias psicodélicas y voces muy melódicas. Un buen concierto para un trío que últimamente está comenzando a crecer como merece. A continuación, tocaba batallar el calor a ritmo del crossover de los enormes D.R.I.. Como cabía esperar, concierto con pocas sorpresas y muchos temazos: thrashcore sin concesiones, buen rollo y nubes de polvo. Tras ellos, la diva oscura Chelsea Wolfe sorprendió a algunos que tal vez esperaban un show más pop o electrónico. Chelsea y su banda suenan mucho más crudos y rockeros en directo, lo que ayudó a que muchos curiosos que simplemente se asomaban a ver lo que se cocinaba en el Valley no dudasen en quedarse a disfrutar del show. Una de las artistas del momento, sin lugar a dudas.
Otros que jugaban en casa eran Alcest. Ya los había visto en directo hace unos tres años, y la sensación que me transmitieron actualmente era de que habían dado un gran salto en directo. Sonaron cercanos a la perfección, ambientales cuando tenían que ser ambientales, desgarrados cuando tenían que ser desgarrados, pero siempre personales y emocionantes. Su post shoegaze black metalizado (o como queráis catalogarles) funcionó a la perfección en un entorno a priori poco propicio para ello como es un gran festival, y supieron meterse a la gente en el bolsillo con mucho material de su último “Kodama” así como alguna concesión a “Les Voyages de l’ame” y “Souvenir d’outre monde”. Un gran show. Tras ellos, y pese a la dolorosa coincidencia con Pain of Salvation, llegaba uno de los momentos clave del festival a nivel personal.
Los americanos Primus son una banda única, incatalogable, que escapa de etiquetas y que, sin lugar a dudas, era un lujo poder disfrutar de ellos en el marco del festival, ya que no son una banda que se prodigue en directo tanto como debieran. Capitaneados por un Les Claypool estelar como siempre, junto a sus escuderos Larry Lalonde y Tim Alexander tan precisos e infalibles como era esperado, Primus abandonaron Hellfest a sabiendas de ser uno de los innegables triunfadores del festival. Sonido intachable, un genial repertorio a base de clásicos (“My name is mud”, “Too many puppies”, “Jerry was a race car driver”, “Sgt Baker”, “Winona’s big brown beaver”…), luces y videos chulísimos, público entregadísimo y en general, un concierto al que sólo se le puede achacar que una hora de show nos supo a poco. Tras ellos, pudimos disfrutar de unos 20 minutos del show de Wardruna. Ahora que está bastante de moda la estética y filosofía vikinga, es un placer ver cómo Einar Selvik se aleja bastante del postureo viking metalero y ha sabido hacer llegar a un buen puñado de seguidores su propuesta de música vikinga tradicional, usando instrumentos noruegos clásicos y reproduciendo ritos y tradiciones casi enterradas de la cultura clásica escandinava. Aunque llevaban algo de instrumentación pregrabada, no cabe duda de que el suyo es un show distinto a lo que estamos acostumbrados y que merece mucho la pena ver. No cabe duda de que su trabajo para la banda sonora de la serie “Vikings” y sus pocas pero sonadas actuaciones en directo les han ayudado a ganar un status de banda respetada, ya que eramos muchos los que quisimos ver al menos un poquito de su actuación.
La gira “Aerovederci baby” de Aerosmith también hacía parada en Hellfest para decir adiós al público francés. Siendo como es, a priori, una de las últimas oportunidades para verlos en directo, no quisimos marcharnos del festival sin verlos. Guardábamos un gran recuerdo de su show en ese mismo festival en el 2014, y aunque esta vez vimos a un Steven Tyler un poco más justito de voz, lo cierto es que la banda sigue sonando de lujo y el show que montan es casi intachable. Partiendo de la base de que musicalmente sonaban a disco, y de que un repertorio formado a base de temas como “Let the music do the talking”, “Janie’s got a gun”, “Crying”, “Sweet emotion”, “Dream on” o “Walk this way” es jugar a caballo ganador, resulta difícil decepcionarse con su concierto. Tras ellos, llegamos a tiempo para ver un par de temas de los reunidos Slo Burn, de los que nos dio tiempo a ver como John García sigue manteniendo intacta su voz. Ojalá podamos disfrutar de su show completo en algún otro momento. De nuevo el cansancio nos hizo mella y por desgracia nos perdimos el último slot del festival, formado por Kreator, Deafheaven y Suicidal Tendencies, especialmente por estos últimos. Había curiosidad por ver como sus generalmente buenísimos conciertos suenan con el incomparable Dave Lombardo detrás de los parches. Desde la zona de acampada tenía una pinta de miedo. Para otra vez será.
Domingo 18 de Junio
Con el cansancio acumulado de dos días de festival encarábamos la última y definitiva jornada de Hellfest 2017. Los Prong de Tommy Victor fueron nuestra primera banda del día, un combo que tal vez merezca más popularidad de la que realmente tienen echando un ojo a la originalidad y personalidad de sus discos clásicos como son “Prove you wrong” o “Cleansing”. Lo cierto es que no les fue fácil conectar con el público por lo relativamente tempranero de su concierto y por una irregular elección del set. No cabe duda de que ellos hicieron lo que pudieron, pero seguramente no fue su mejor día.
Avanzaba la jornada, y llegaba el momento de que los ingleses Crippled Black Phoenix asaltaran el Valley para presentar su último disco “Bronze”. Da la sensación de que, tras los cambios de formación y la edición de este nuevo álbum, la banda se está prodigando más en directo lo cual es una excelente noticia para los que los seguimos desde hace años. Cayeron temas nuevos y no tan nuevos como son “Rise up and fight”, “Long live Independence”, “Rotten memories” o “We forgotten who we are”. La banda sonó clara y sólida, sin caer en marañas de sonido ni ruido pese a la formación con tres guitarras y dos teclados / sintes que llevan actualmente. Sinceramente, nada malo que objetar.
Tras un muy buen concierto de Black Star Riders en el main stage, una de las sorpresas del día fueron los italianos Ufomammut. Intensos, gordos y sudorosos a partes iguales, fuimos varios los sorprendidos por su descarga. Por otro lado, una de las coincidencias difíciles del día era la que había con Devildriver, los reunidos Sanctuary y Pentagram. Aunque tenía mucha curiosidad por Sanctuary y ver como se manejaba Warrell Dane con su banda de toda la vida, tenía la sensación de que había que acercarse a ver ya que todo pinta a que va a ser una de las ultimísimas posibilidades para hacerlo. Con el papelón actual de hacer los conciertos que tenían ya firmados sin Bobby Liebling por problemas legales del vocalista, Victor Griffin ha tomado el toro por los cuernos y se ocupa de las labores vocales aparte de su habitual trabajo a la guitarra. Pese a lo precipitado de la situación, el bueno de Victor hizo un gran papel con el micrófono y liderando una banda que suena francamente bien con o sin Bobby. Set de inevitables clásicos: “20 buck spin”, “all your sins”, “Pentagram (Sign of the Wolf)”, etc, con destrucción final del set de batería incluida, a modo de ¿hasta la vista? Ver veremos lo que el futuro le depara a Pentagram (o más bien lo que queda de Pentagram). De lo que no cabe duda es de que sería bastante obsceno que siguieran más allá de estos conciertos usando el nombre de Pentagram sin Bobby como parte de sus filas.
Después de que los Alter Bridge de Miles Kennedy encandilaran a muchos (y muchas) en el main stage y de que Equilibrium consiguieran sacar un gran sonido al escenario “Altar”, nos dolía profundamente perdernos la reunión de Nostromo para poder ver a los influyentes Blue Oyster Cult en el escenario Valley. Con estas bandas clásicas siempre hay un poco de duda respecto al estado de forma en que estarán, pero con ellos estas dudas se disiparon rápidamente desde los primeros acordes. Muy buen sonido, genial trabajo instrumental y vocal, y un repertorio cuya recta final fue coreada y aplaudida a partes iguales: “Dont fear the reaper” (cowbell incluido J), “Godzilla”, “Cities on flame with rock and roll”… Otra de esas bandas que no se prodigan tanto como deberían en directo, y que parece estar viviendo una segunda juventud en los últimos años con el auge de bandas de retro rock, stoner y psicodelia que los mentan como influencia absoluta.
Mientras que Prophets of Rage (el nuevo proyecto formado por Tom Morello, Brad Wilk y Tim Commerford de Rage Against the Machine junto a Chuck D de Public Enemy y DJ Lord de Cypress Hill) arrasaban el main stage tirando sobre todo de material de sus anteriores bandas, otros nos acercamos al Temple stage a ver como se defendían en directo Scour, la banda de black metal que Phil Anselmo se ha montado recientemente junto a gente de Cattle Decapitation, Misery Index o Decrepit Birth. Aquí no hay sitio para teclados, medios tiempos o melodía. Esto es crudo y puro black metal old school, gritos, zapatilla y blast beats a todo trapo. Fue un placer ver a un Phil Anselmo bastante más centrado que la última vez que lo vimos (hace dos con años con Superjoint), con unos kilos de menos, sobrio, más conciso en sus discursos entre temas y, lo más importante, gritando y chillando como no le oíamos hacer desde hace años. Con una solidez y un sonido apabullante, cayeron un buen puñado de temas de su primer EP y de el que está a punto de salir, pero el momento álgido del set (y casi del festival) fue la recta final con la versión de “Massacre” de Bathory y (ojo a lo que voy a decir) el “Strength beyond strength” de Pantera que hizo que más de uno sintiéramos un escalofrío subir por nuestra espalda. Tremendo.
A continuación, y a la vez que Metal Church ofrecían un gran concierto de power metal americano en el Altar, los también americanos Clutch pusieron patas arriba el Valley con su genial show… aunque, a decir verdad, hicieron lo que siempre hacen. No cabe duda de que la banda cuenta con un puñado de canciones que son sinónimo de éxito en directo y de que Neil Fallon es una de las voces y frontman definitivos del stoner, formando un combo definitivo para sus conciertos. Cuando no es sorpresa que una banda ofrezca constantemente conciertos de notable para arriba, es que algo están haciendo muy bien. Tras ellos, y mientras que Linkin Park petaban el main stage de treintañeros recordando viejos tiempos, los noruegos Emperor ofrecieron un superlativo concierto en el escenario Altar. Ya los habíamos visto triunfar en el main stage hace unos años tocando el “In the nightside eclipse” entero, y esta vez nos tocaba disfrutarlos en un entorno más cercano como parte de la gira 20 aniversario de su disco “Anthems to the welkin at dusk”. El despliegue de luces, pirotécnia y sonido que Emperor llevan para su show es sin lugar a dudas el mejor de su carrera. Son músicos mucho más experimentados y la tecnología ha mejorado mucho en el último par de décadas, dando lugar a unas presentaciones tan apocalípticas como perfeccionistas. Como cabía esperar, la mayor parte del set se formó a base de temas del mentado disco, con el añadido de los clásicos “I am the black wizards” y “Inno a satana” para acabar su show. Sin importarnos el hecho de que estas reuniones estén más motivadas por cuestiones artísticas o económicas, no cabe duda de que Emperor ha sabido hacer estos ejercicios de nostalgia de la forma más profesional y eficiente posible. Un diez para ellos.
A continuación, a la vez que los reunidos Coroner ofrecían su set en el Altar stage, nos acercamos a ver a los ingleses Hawkwind descargar su colorido show de psicodelia setentera en el escenario Valley. Sorprendente la poca capacidad de convocatoria de la banda tratándose de un grupo símbolo y referencia absoluta del género que practican (suponemos que el cansancio, lo ácido de su propuesta y las coincidencias con Coroner y Linkin Park les afectaron). Sin embargo, ellos no se amilanaron y ofrecieron un concierto que, como digo, fue un poco “demasiado” para mucha gente a estas alturas del festival. Tras ellos, llegaba el momento del último slot del festival: Slayer VS Perturbator VS The Dillinger Escape Plan. Aunque los primeros son sinónimo de agresión y contundencia en directo y los segundos nos generaban bastante curiosidad por el “hype” que había alrededor de ellos, finalmente nos decidimos por ver a los últimos ya que se trataba de otra supuesta gira de despedida y personalmente era una de esas cuentas pendientes a saldar desde hace años. Con un sonido sorprendentemente claro y cuidado, The Dillinger Escape Plan abruman en directo con su nivel técnico y su propuesta noise / mathcore. Es cierto que el concierto perdió bastante ritmo cuando tiraban de temas más sencillos o accesibles, pero no cabe duda de que cuando se ponían en plan ruidista, el buen sonido, la innegable actitud del grupo y el caos controlado que desgranaban dejó a unos cuantos con la boca abierta al ver la aparente facilidad con la que reproducen en directo las burradas que graban en estudio. Una pena que no cayera ningún tema del EP que tienen con Mike Patton a las voces. Aun así, un muy buen broche final a la presente edición del festival, sin lugar a dudas.
Y así acabábamos Hellfest un año más. Cansadísimos, llenos de polvo, sudorosos, pero como siempre con una sonrisa en la boca tras el atracón de música en directo que nos habíamos pegado durante los últimos tres días. Las sensaciones, las mismas de cada año a estas alturas. Con algunas espinitas clavadas por las bandas que no pudimos ver, con unos cuantos conciertos inolvidables en la retina y ya pensando de forma inevitable en la próxima edición del festival. Nos quedaba un año de espera para volver a disfrutar de nuestro peregrinaje habitual a Clisson. Nuestro viaje a Hellfest. A la ciudad del rock.