Así como Candlemass pueden ser bautizados como los creadores del doom continental y europeo, a TROUBLE le cabe el honor dispensado a unos pocos de ser sus equivalentes al otro lado del Atlántico. Con una carrera que nunca ha cuajado como debiera ni allende ni aquende, esta peña sigue sacando regularmente discos. No se han beneficiado de la moda stoner de hace ya una década y puede que más, pero se nos antoja que de ellos podrían aprender muchos de esos combos que en tiempos fueron presumiendo por ahí de haber cogido el testigo de Black Sabbath cuando, en realidad, antes de ellos estaban los chicos de TROUBLE (y también Pentagram y Saint Vitus, sobre eso no hace falta ni detenerse). El último trabajo de esta banda nos muestra a un grupo que pasa de reinventarse a sí mismo y de innovar, que graban lo de siempre pero igual de bien hecho que siempre. Temas oscuros, buenos ritmos de guitarra hiperafilada que llega allí donde Tomi Iommi se retiene por aquello de la edad, y una sección de bajo y batería que no hubiera desentonado nada en los discos de la época Dio de Black Sabbath. La voz podría ser mejorable, desde luego, pero las atmósferas oscuras que se crean en este redondo difícilmente hallarán pegas en esos que los han estado siguiendo a ellos y a las huestes del mejor doom metal del otro lado del océano. Allí tienen sus discípulos y aquí sus seguidores. No pidan ustedes más porque esto es lo que hay. Escuela black sabática a tutiplén y guitarrazos endiablados. Los solos de guitarra, eso sí, se definen más en la década de los ochenta que en la de los setenta. Ahí radica su diferencia con los combos de la marejada stoner: ellos son doom, no sludge ni post metal ni nada inventado después. Doom metal por la cara. Y los demás que tomen nota y aprendan.
(Emilio Morote Esquivel)
