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Por Alberto Zamora
Nada más comenzar “Losing Life”, el desprevenido oyente arquea una ceja, adoptando un rictus inquieto, que no temeroso, por la familiaridad de los sonidos que inundan sus maltratadas orejas. Su sorpresa es mayúscula al leer que BLACKHOUR, responsables de tales armonías, proceden de Pakistán, ni más ni menos; en ese momento el oyente arquea, de forma progresiva, la segunda ceja, al mismo tiempo que avanza el minutaje del tema.
Es comenzar el segundo tema, “Wind of Change”, y el oyente arquea todo su cuerpo. ¡Y un cuerno! exclama a viva voz, ¡que no me engañen, estos tipos son hijos de la Gran Bretaña! jura entre extraños contorneos. Y sin poder evitarlo, nuestro adorado personaje, casi logra encajar un “your time will come, nananananana” en el estribillo del tema.
Si amigos, BLACKHOUR podrían ser una perfecta banda tributo de IRON MAIDEN. Es indescriptible lo que los paquistaníes deben al clásico conjunto inglés: desde los endiablados solos de guitarra, los duelos dobles de estas mismas, el galope de la batería, las partes épicas… e incluso el timbre de voz del cantante recuerda (por suavizarlo) a Dickinson, aunque en ocasiones adopte un cariz más agresivo.
“Life brings death, love brings misery” es el clásico medio tiempo épico de mechero en mano y estribillo repetido hasta la saciedad. Un buen tema, aunque fácilmente le sobran un par de minutos, y es que no puedes ser trasunto de los MAIDEN si no plantas una canción de nueve minutos. Por su parte, “Battle Cry” nos devuelve la versión agresiva de la banda y “Sins Remains” pone la nota acústica, que en mitad del tema explota en un habitual trote maidenesco.
Copian todo lo que pueden y más. Esto no son influencias, es calco, pero siendo sincero, los temas son divertidos, la escucha es amena y siempre he tenido una máxima, que me acabo de inventar mientras escribía esta reseña: si vas a plagiar, que sea a IRON MAIDEN, JUDAS PRIEST o MOTORHEAD.
