«Beyond the Tomb» es el título del nuevo E.P del conjunto de Death Crust FUMING MOUTH. Apareció en el mercado el pasado 20 de noviembre de 2020, gracias a Nuclear Blast y Triple-B Records. Dicho esto, ha llegado el momento de que un servidor os ofrezca su respectiva reseña.
Pero antes, presentemos a las personas encargadas de darle vida al proyecto musical ¿no? Su line up es: Mark (guitarra y voz), Andrew Budwey (guitarra), Dan Evans (bajo).
Tal vez no sea el conjunto más original del mundo, tampoco lo pretenden. El caso es que en menos de un cuarto de hora, los americanos pulverizan todo lo que se pone por delante con su feroz propuesta. Como muchos de vosotros ya habréis deducido, el HM2, famoso pedal de distorsión, echa chispas en cada nota lanzada por Mark y Andrew. El problema que tiene dicho efecto, es que ha sido, y sigue usándose por millones de bandas. ¿Qué tiene de malo lo que acabo de comentar?, pues que el power trio suena igual que demasiadas agrupaciones. Por lo demás, nada malo que objetar. Tanto la producción, sucia en su justa medida, como su demoledor artwork son dignos de ovación.
Las seis cuerdas son fluidas, rasgadas y descarnadas a partes iguales. No hay mucha complicación técnica. Sin embargo, con lo efectivas que son, ¿qué falta hace? Ah por cierto, los solos, sin ser nada del otro mundo, no me podréis negar que no son terriblemente intensos. Mark vocifera cual poseso. Ofrenda un doble registro basado en un predominante tono netamente crustie y otro completamente gutural y muy profundo. La percusión tiende al mid tempo. La celeridad existe, sí, aunque la justa y un poco menos.
El asalto lo abre el track que le da nombre al Extended Play. Éste va directo a la yugular, caracterizándose por su velocidad, cambios de recorrido y doble ataque de voces, levantando el pedal del acelerador cuando es necesario. Le sigue «Master of Extremity». Aquí las tornas cambian radicalmente. La canción resulta, en el buen sentido de la palabra, pesadísima. Cuando se tiene la sensación de que será así de principio a fin, nos revientan la cabeza con un petardazo de velocidad, que unido a un trepidante solo, hace que las pulsaciones de todo aquel que la oiga suban peligrosamente, para acabar retomando la contundencia. Se llega al final con «Road to Odessa», exhibiendo una estructuración similar al anterior tema, o sea rotundidad por un tubo.
Señoras y señores, si alguien se está preguntando ahora mismo si tiene o no que darle la oportunidad al embiste sónico que ha protagonizado esta reseña, la respuesta es un claro y rotundo sí. Hacedme caso, no os arrepentiréis.
Puntuación
Nota - 7
7
Nota
Señoras y señores, si alguien se está preguntando ahora mismo si tiene o no que darle la oportunidad al embiste sónico que ha protagonizado esta reseña, la respuesta es un claro y rotundo sí. Hacedme caso, no os arrepentiréis.