Ni el paso de los años ni las enfermedades de Lemmy ni las modas que van y vienen en el sandunguero mundo del metal pueden con MOTÖRHEAD. Lo suyo es el asunto de dar cañita al personal y que el personal se lo pase bien. De eso, la gente de MOTÖRHEAD (que son tres pero que suenan como siete) sabe un rato bueno. Su última entrega es más de lo mismo. En este caso, eso siempre es agradable, porque desde hace como quince años MOTÖRHEAD no han sido capaces de hacer un disco malo. Todo lo que han grabado desde más o manos mediados finales de los noventa es un trallazo detrás de otro. “Aftershock” no es una excepción a tan alucinante regla, y mientras sus compañeros de generación se hunden en la mediocridad de las bandas que se han hecho demasiado millonarias o demasiado viejas para facturar buenos cedés, el último de MOTÖRHEAD se destapa como una de las sensaciones del año. Desde la apertura con “Heartbreaker”, pasando por el blues rock de “Lost woman blues” hasta ir contando cada uno de los cortes de este artefacto, hemos de anunciar a los cuatro vientos, una vez más, que MOTÖRHEAD es la banda de la basca, la banda de los rockeros, los heavys, los punks, los hardcores y hasta los perroflautas arrepentidos que vienen a que el señor Lemmy les perdone sus muchos desmanes. “Aftershock” queda ahí, probablemente, como uno de los últimos trabajos de Lemmy, pues aunque no queremos ser agoreros hemos de admitir, pero ya, que el tiempo pasa, que Lemmy se va haciendo mayor y que lo que hay que hacer es aprovechar e ir a verlo en directo. No se pierdan ustedes la ocasión de disfrutarlo la próxima vez que toque cerca de sus hogares. Satisfacción garantizada.
(Emilio Morote Esquivel)
