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Puntuación alta - recomendado

PYRRHON (USA) «Exhaust»

Willowtip Records, 2024

Se conoce como fiebre de las cabañas a una serie de síntomas que una persona o un grupo de ellas queda atrapado en un lugar aislado o cerrado durante un largo periodo de tiempo. Si bien es cierto que no es una enfermedad en sí misma, sí tiene una serie de síntomas que pueden llevar a la persona a estados de ánimo como irritabilidad o claustrofobia, así como a la toma de decisiones irracionales, como el suicidio o la paranoia, desconfiando de cualquier persona. ¡Colorea y aprende con Teo!

Recordemos que, no hace tanto, nos tocó vivir una pandemia y la peña que, anteriormente, se quedaba tan tranquilos en su casa el fin de semana, al haber una legislación que impedía su salida a la calle se empezaron a poner un poco intensitos y empezaron a elucubrar sobre un enorme complot judeo-masónicos en el cual, cuanto más absurda era la teoría, más mejor. Que si nos iban a insertar el chip de 5G, que si era un control demográfico, que si esto y que si lo otro. La cuestión es que el que más se quejaba era aquel que el fin de semana anterior al confinamiento, se había quedado en casa, con sus plataformas digitales, pidiendo comida a domicilio, etc., etc… Pero, ¡Ah, niños y niñas! En el momento que le dijeron que su modus vivendi anterior tenía visos de ser impuesto… Cómo surgió la voz indignada, como se reclamaban los derechos… ¡Cuán rara es la naturaleza humana!

El hecho es que en tiempo de post-pandemia, a mediados de 2023, PYRRHON se encontraban en una situación rara de cojones. Su anterior álbum “Abscess time” fue lanzado en mitad de todo el mogollón pandémico de 2020. En 2021 hicieron una pequeña gira antes de que una nueva variante del virus obligase a los garitos a cerrar de nuevo. En 2022, tocaron un solo show y, en 2023, tenían sólo tres canciones escritas para el nuevo trabajo. Así que, ¿qué se les ocurrió? Cargar todos los instrumentos en una furgoneta, así como unos cuantos hongos psicodélicos y se largaron a una cabaña en la zona rural del noreste de Pensilvania. Así lo cuenta la leyenda y así os lo cuento yo. El resultado es este “Exhaust” y, obviamente, es el resultado de una combinación de músicos experimentados y creativos, aquellos hongos y un poco de fiebre de la cabaña. ¿Y qué sale de ahí?

Pues la cosa empieza bien, pero que muy bien. “Not going to Mars” desata todos los infiernos y de qué manera. La música es pentadimensional. Les han colocado la etiqueta de “Technical Death Metal” o incluso “Experimental Grind/Death”, pero se queda corta. Y es que la intención declarada de los músicos expandir los límites del Metal. ¿Se ha acertado con la etiqueta? Pues como suele pasar con las etiquetas y las clasificaciones… ¡el error ha sido de bulto! Intentar clasificar a una experiencia como PYRRHON está abocada al fracaso. ¿Es Extremo? Sí. ¿Es Metal? También. Pero, a partir de ahí, todo es especulación. “First as a tragedy, Then as a Farce” sigue la misma estela y es otro claro ejemplo de lo que hablo. Death tiene, pero también tempos raros, armónicos discordantes, desfases sonoros, solos enloquecidos y cuatro músicos encerrados en una cabaña puestos hasta arriba de setas. Y lo mismo con “The Greatest city on Earth”, donde incluso el bajo de Erik Malave sale a la luz entre todo el barullo con unas lisergicas y jazzeras líneas para acompañar al resto de tarados en su viaje. “Stange Pains” se inicia como un alivio ordenado y mantiene una línea coherente y casi con estructura después del comienzo del álbum, porque ¡vaya tela! “Out of gas” es otro delirio sónico, aunque únicamente sostenido por una siniestra línea de bajo acompañado de una redoblante línea de batería, a cargo de Steve Schwegler. La voz de Dough Moore suena perturbada como sólo puede sonar el monólogo interior de una persona encerrada en una cabaña en mitad del bosque, aislada de la civilización.

“Luck of the Draw” es otro tema de difícil digestión, aunque en su parte central cuenta con una líneas fácilmente entendibles y estructuradas de manera “clásica”, hasta que la banda vuelve a pisar el acelerador y los pedales de efectos para crear la tormenta perfecta. “Concrete Charlie” nos arrastra hacia la complejidad rítmica capitaneada por Schwegler, hacia la cascada de sonidos disonantes de la guitarra de Dylan DiLella, hacia PYRRHON en estado puro, libres de toda presión y expandiendo los límites más allá de cualquier expresión o mesura conocida. “Stress fractures” es otra pesadilla sónica que sigue una espiral ascendente y me hacen pensar en esa cabaña, perdida en la zona boscosa del noreste de Pensilvania y en toda la fauna que una vez habitó tranquilamente aquella zona. Aquello debe haber quedado como la Zona 0 de Chernobyl. Bajamos de revoluciones con “Last gasp” aunque no de intensidad, rarunez y experimentación. Agónica, irritante y desfasada nos encauza hasta el cierre del trabajo con un “Hell Machine” que es otro trallazo, otro estadillo de fiebre de cabaña de unos músicos pasados de setas alucinógenas.

No es música para novatos, ni siquiera para una audiencia curtida. Pero una vez que le pillas el punto, se convierte en una experiencia altamente adictiva, porque, en un determinado momento de lucidez, vislumbras los límites de la conciencia humana y del Metal Extremo y ahí, ahí, ¡oh, niños y niñas! Es donde se hallan los genios, o los PYRRHON, aislados en una cabaña y con un cargamento de setas alucinógenas.

Valoración

Portada - 7.9
Música - 10
Sonido y producción - 9

9

Nota

No es música para novatos, ni siquiera para una audiencia curtida. Pero una vez que le pillas el punto, se convierte en una experiencia altamente adictiva, porque, en un determinado momento de lucidez, vislumbras los límites de la conciencia humana y del Metal Extremo y ahí, ahí, ¡oh, niños y niñas! Es donde se hallan los genios, o los PYRRHON, aislados en una cabaña y con un cargamento de setas alucinógenas.

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