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[CRÍTICAS] TASTE MY SWEET REVENGE (ESP) «The last sent» CD 2015 (Autoeditado)

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Por: Titus Ferrer Bellés

Bienvenidos sean aquellos que aportan a la música extrema razones para seguir gozándola.

Desde Mallorca los debutantes TASTE MY SWEET REVENGE nos traen guitarras gordas cual cuello de Corey Taylor, pasajes y riffazos deathmetaleros para no enfadar a los más puretas de la sala y Breakdowns agravados para ejercitar a los más karatekas. “The last sent”, que así se llama su primer álbum nos trae principalmente: disfrute. Y como en la variedad está el gusto, no escatiman en géneros a los que acercarse.

La transmutación sale fresquísima. Y variada, que no es moco de pavo en un disco de metal actual. Además el aderezo electrónico que han decidido usar homogeniza muy bien la mezcla, ya que en ningún momento es abusiva, si no que sirve para rellenar huecos o crear ambientes. No suelo odiar esta clase de arreglos en el core actual, en el que tanto se estila, pero en este caso me parece que se ajusta especialmente bien a la propuesta.

“The last sent”, que así se llama también el primer tema del álbum, es literalmente lo primero que escuchamos de ellos si decidimos pillar el disco a ciegas (vale la pena atreverse) nos deja claro bien rápido que no hay ninguna clase de complejo. El tema empieza con un breakdown que podría pertenecer tranquilamente a cualquier grupo dominante de la escena gorriplana actual pero poco tarda en introducir un veloz de machaqueo de guitarra con fuerte sabor a Death. Y de hecho algo parecido pasa con el segundo tema: “Shinigami eyes”, con la diferencia de que este decide algo más de peso a la voz melódica. Y tal vez ahí es donde más rasga (Y nunca mejor dicho, ya que  nunca llegamos a oír una voz clara, si no que la voz de canto de Mikel es de un rasgado muy agradable) la cosa, ya que los melódicos, por momentos pecan algo de sobrefiltraje para mi gusto. Pero nada alarmante.

Y de repente, con un inicio absolutamente heavymetalero clásico abre uno de los mejores temas del álbum: “demon inside me”. Un riff principal absolutamente ochentero mezcla a la perfección con dubstep alienígena y una voz, en este caso perfecta, a medio camino entre el gutural y el rasgado gravísimo. Un tema musculoso, melódico y coreable. Ah, y con un puente y breakdown que podrían firmar los ENTER SHIKARI. Vamos, lo que comúnmente conocemos como un temazo.

Esta parte central del disco está más del lado de la melodía pesada, el machaqueo de guitarra y el doble bombo que no del core más fraccionado. Y es extraño que sea yo quien lo diga, ya que peco de dejarme engatusar por la a veces falsa modernidad, pero si yo tuviese que apostar, apostaría por temas como estos “Melting poles” (El build up para el breakdown fin al tan de manual como efectivo es el que da la nota discordante en este tema, y no para mal), “The enemy” con ese tan agradecido solo en el contexto del metalcore y “Human transmutation”. Esta última de las más machaconas del disco, y también de las mejores. Estribillo de los que quedan en la cabeza y un guitarreo acompañado de un doble bombo super explosivo poderosísimos.

Y de esta faceta más clasicista, de golpe con “Genkidama” vuelven el trance y el electro en uno de los temas más sintetizados, con un estribillo de corte muy ambiental, y de nuevo con muchísimo peso y confianza depositados en el melódico. Es interesante como este es tal vez el único tema al uso en cuanto a estructura típica del metalcore mainstream al que todos parecen querer pertenecer. Los temas de TASTE MY SWEET REVENGE no son la clásica sucesión de breakdown-estribillo-breakdown-estribillo-breakdowwn gordo-cierre. Y eso se agradece.

Descorchando el último acto nos encontramos el tema que grita el nombre que han decidido llevar como estandarte. Posiblemente el tema más agresivo del álbum. Los arreglos en esta ocasión se encargar de ambientar un corte absolutamente apocalíptico, con afilado solo final y una voz más cabreada que nunca. El universo estalla en llamas en su apoteósico último minuto en el que la protagonista es la  cuerda de guitarra más gorda que hayamos podido encontrar.

Un par de temas en los que predomina la velocidad por encima de todo, “The days that have to come” y “The withering of consciousnes”, que contiene la parte de voz melódica mejor ejecutada del disco, sirven de preámbulo para la épica final de “It dies in me”. Un medio tempo en su mayor parte que sirve como cierre y en el cual se concentran la mayoría de características que la formación ha mostrado a lo largo  del álbum. Mucha melodía predominante, con tramos pesados y un solo a medio camino con una afinación que nos trae a los buenos de AVENGED SEVENFOLD a la cabeza.

Los violines cierran a ritmo de la base de batería electrónica un disco que, podrá no ser redondo, pero que será recordado por ser el nacimiento de un grupo que ha venido a decirnos que disfrutan de lo que hacen y nos piden que nos unamos a la  fiesta. Muchas ganas de disfrutarles en sala, y sin duda espero que tengan la mejor de las suertes.

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