Son los más destacados de la segunda división del thrash metal, categoría a la que pertenecen más por su popularidad que por su sobrada calidad. Ya son cinco los discos publicados desde su retorno en la primera década de este siglo. Han revivido el espíritu del auténtico thrash metal de la Bahía de San Francisco cuando este género apenas era el motivo de pasatiempo de unos cuantos miles de jóvenes que, entonces, prefiguraban el futuro. En el presente cedé no hay sorpresas. DEATH ANGEL siguen practicando ese speed thrash que ellos mismos ayudaron a crear. Hay un toque casi punk en la voz de su cantante, pero la base rítmica es metálica al cien por cien, por no hablar de las guitarras. Y aunque el negocio de la música no es el que era, se ha invertido en producción lo suficiente como para que el compacto suene como debe sonar un disco de metal a estas alturas. Se les aprecia en muy buena forma, y aunque este cedé no hará nada por sacarlos de esa ilustre segunda división de la que se ha hablado al empezar esta crónica, queda más que claro que estamos ante un buen trabajo que los consumidores añejos de cosas como Sacred Reich, Heathen, Hirax, Overkill o Flotsam and Jetsam deben tener en cuenta. Por eso, debemos advertir que esto es old school, es decir: un reflejo de cómo eran las cosas cuando el asunto del metal extremo todavía no existía o lo hacía en las márgenes más absolutas del negocio musical. DEATH ANGEL beben de ese underground que, en cierto sentido, siempre fue el lugar donde mejor se encontraron. Un buen disco de metal extremo a la antigua usanza. Advertidos quedan.
(Emilio Morote Esquivel)
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