Por: Daniel Ureña Cruz
Confieso que siempre he sentido debilidad por los proyectos musicales individuales o en solitario. En ellos, las posibilidades que existen de medir la capacidad creativa de un músico, saber hasta dónde se puede llegar y, sobre todo, conocer a la persona y sus más personales inquietudes sonoras son muy superiores a las de una formación sólida. Cuando entramos a analizar una banda con un número de miembros estándar, cuatro o cinco normalmente, es difícil llegar a precisar esta cuestión, puesto que se entiende que el proceso creativo es un esfuerzo en común de todos ellos. A veces los libretos no nos aportan mucha información acerca del principal compositor o existe un “líder carismático” que se pronuncia con bandera en mano en favor de dicho puesto.
Pero en estos proyectos solitarios, sabemos que todo está compuesto bajo la mente creativa de una sola persona (generalmente), por lo que es más fácil acercarse a ella y someterla a crítica. Es un elemento cerrado en sí mismo, y podemos cogerlo por donde queramos sin necesidad de dejar flecos inalcanzables.
“Ruins” está compuesto por diez cortes de extraño y elaborado sonido. El álbum viene avalado por la calidad de RUSTY PACEMAKER, un proyecto individual desde Lanzenkirchen (Austria), organizado por Rusty Hessel y que demuestra, una vez más, la eficacia musical del underground europeo. Ya apenas queda espacio en el recuerdo de esa necesidad total de conseguir una banda para poder tocar o visitar un estudio de grabación. Es la línea usual que hemos vivido hasta hace poco en la música popular. Ahora, el músico es un elemento versátil y adaptable, que sabe tanto tocar, componer y programar con un ordenador cualquier tipología de instrumentos, con resultados verdaderamente brillantes y al más alto nivel y rendimiento.
En “Ruins” cada tema es una historia perfectamente ejecutada, partícipe de una gran variedad de sonidos donde subyace en todo momento una inquietante atmósfera, protagonizada en gran parte por la alarmante voz de Rusty. El resultado es un álbum aparentemente vacío y simple pero donde todo está donde tiene que estar. No hay artificios complejos, ni aquí son necesarios, porque lo que en otras muchas bandas puede comprometer la calidad de la canción, aquí hay un uso simple de líneas inteligentes, donde guitarras aparecen y desaparecen, la voz incluso actúa de instrumento (silbidos), secciones de piano bajan ligeramente el tempo y el sintetizador adquiere importancia en determinados puntos. No obstante, lo que puede parecer una mezcolanza tediosa para el oído, pronto nos convencemos de que, jugados los instrumentos desde otra perspectiva se pueden obtener canciones pegadizas a veces rozando lo comercial.
En resumen, un álbum muy recomendable para aquellas personas interesadas en acercarse a algo musicalmente bien ejecutado, fresco, y sea adicta a los tempos lentos y melódicos propios del doom más contemporáneo. Como apunte final recomiendo encarecidamente visitar su web porque puede encontrarse material interesante.
