SPLENDIDULA (BEL) «Post mortem» CD 2018 (Inverse records)
Por Cesar Luis Morales
Dentro de la familia de los coleópteros, existe la Nyctophilia reichei, Lampyris noctiluca o Lamprohiza splendidula, o lo que viene siendo lo mismo, la luciérnaga. No deja de ser un escarabajo, pero gracias a una serie de reacciones químicas produce bioluminiscencia. ¡Colorea y aprende con Teo!
Este pequeño insecto adorna nuestros bosques – cada vez menos – con su luz verdosa, siendo como el fuego fatuo de los bosques más feéricos. Algo mágico y que por desgracia algunos ya no llegareis a ver. Y como ese pequeño tesoro, SPLENDIDULA se formó en 2008 en Genk, Bélgica. Publicaron un primer álbum homónimo en 2013. Después de unos cuantos cambios de formación, la música evolucionó hacia una mezcla de Post, Sludge y Doom. Ahora tenemos la suerte de descubrir su segundo álbum, “Post Mortem”.
Odio las bandas con vocalista femenina cuando la ponen porque mola y sobre todo, la tendencia a que sus intervenciones sean tan operísticas, pero… del resto de bandas, cuando la vocalista canta con su voz, aunque su registro sea de soprano o de mezzo… Ahí, como es el caso de SPLENDIDULA, me tiene rendido a sus pies, señorita Kristien Cools. Si encima el resto de la banda la acompaña con ese trabajo tan preciso y tan emocional, pues miel sobre hojuelas. Y es que la banda trabaja a un nivel espectacular, no necesariamente hipertécnico, pero tocando la fibra, creando atmósferas, tocando sus instrumentos desde el corazón. Como hemos dicho, son esa luz titilante y mágica en lo más oscuro del bosque.
¿Os acordáis o añoráis a los holandeses THE GATHERING de su etapa con Anneke van Giersbergen? ¿Recordáis aquellas joyas como el “Mandylion” (1995) o el “Nighttime Birds” (1997)? Pues salid de las tinieblas y seguid la luz de las luciérnagas. “Post Mortem” y SPLENDIDULA son una versión actualizada y remozada de aquella etapa. El sonido es actual, un híbrido entre Post y Doom, donde la música palpita y emociona. Podemos pasar de la calma, de la dulzura y de la nana, arrullados por la voz de Kristien Cools a la agresiva respuesta por parte del guitarrista y también vocalista Pieter Houben. Para muestra un botón: “Nami” o “.38”. Un combo bien avenido que nos recordará a los metálicos diálogos musicales entre Cristina Scabbia y Andrea Ferro de LACUNA COIL. Luz y oscuridad, día y noche, agua y fuego, la atracción de los opuestos.
Con respecto a su anterior disco la música se ha vuelto más lúcida, más diáfana, dando espacio para que nos deleitemos aún más con la voz de Kristien Cools. De hecho, han recuperado un tema de su anterior albúm, “Aturienoto”, remozándolo para este, dándole otro toque.
Y no, no quiero dar a entender que todo el mérito es de Kristien, porque la banda arropa, y de qué manera, la voz de ella. Es indudable que, en cualquier banda, el vocalista es el foco de atención, pero… los dos guitarristas, David Vandegoor y Pieter Houben, pasan de lo acústico y etéreo al oscuro del Doom o a las atmósferas más Post con una destreza compositiva digna de elogio, creando unos ambientes y unas vibraciones que redondean con la base rítmica creada por el batería Joachim Taminau y el bajista Peter Chromiak. ¡Chapeau!
Un gran trabajo por parte de todos ellos, un álbum grabado en su estudio casero, que se aleja de premisas ya conocidas de la zona de confort, que se atreve, que apuesta por un nuevo sonido. Un álbum que indaga en lo que hay más allá de la linde del bosque y que nos invita a que lo descubramos siguiendo las titilantes luminiscencias de los fuegos fatuos.
Nota - 9
9
Nota
El sonido es actual, un híbrido entre Post y Doom, donde la música palpita y emociona.