Fueron leyenda viva del hard rock y el heavy metal americano de los años ochenta y aun de los setenta. La vorágine de las modas hair metal y thrash metal los arrinconó y acabó por convertirlos en una especie de mito del que muchos hablaban pero pocos podían jactarse de haber escuchado. Fueron olvidados a pesar de su adscripción, digamos, familiar al señor Ronnie James Dio, con quienes les une una relación de parentesco político. De hecho y según se dice, este es el último trabajo en que el señor Dio colaboró con su portentosa voz. Lo que se decía para el señor Chastain vale también para estos cafres del metal: metal garrulo, sin concesiones, directo a la yugular, metal de los tiempos en que los hombres se vestían por los pies y la música heavy era algo más que una etiqueta comprada en tiendas Zara. El disco no guarda sorpresas y por eso precisamente nos gusta cantidad: canciones que son pildorazos a la línea de flotación, un trabajo aparecido décadas después de su muerte oficial como banda. THE RODS han vuelto, puede que no para quedarse, porque los años no pasan en balde y nos da a nosotros que ya el señor Festein debe de estar por otras cosas que las de subirse a un escenario a menear la melena al viento. Pero mientras tanto podemos y debemos disfrutar de unas composiciones hechas para que la gente del heavy se lo pase como tiene que ser: o sea, de puta madre.
