Por Nacho Peña
Está claro que el Death Metal más clásico está más de moda que nunca, no porque sea cosa de masas, sino en el sentido que está más vivo que nunca y con más bandas que en años anteriores. MAIM no son nuevos en esto y este es su tercer álbum, al que se han enfrentado como dúo.
Procedentes de Suecia y con lo dicho hasta aquí, no es difícil adivinar por dónde van los tiros. Old School Death Metal del que se hacía a finales de los 80´s principios de los 90´s.
La producción suena potente, como siglo XXI en el que estamos, pero recrea lo que escuchábamos en álbumes como “Screm Bloody Gore” de DEATH o los primeros discos Death Metal de AUTOPSY. No obstante, ha sido grabado en el propio local de ensayo de la banda.
Las guitarras suenan sucias aunque no en extremo como otras bandas clásicas del género. Lo que suena a autentica caverna es la caja y, batería en general que, junto con las melodías, recrean una atmosfera oscura y podrida bastante lograda que hará las delicias de los seguidores del underground más genuino.
Los temas no son la quintaesencia de la rapidez aunque, por supuesto, no le falta. Pero son los riffs más a medio tiempo e, incluso, los ritmos lentos más propios del Doom los que hacen que la banda se desmarque un poco de lo que sería el grupo tipo promedio en el estilo del que hablamos, muy probablemente relacionada con la influencia que AUTOPSY supone para la banda.
No esperéis mucha técnica, ya que esto es más bien esa vertiente cuasi-crusty del Death que, personalmente, me gusta bastante.
En definitiva, MAIM nos traen un álbum correcto, no inventan la rueda pero lo que hacen, lo hacen bien, con 11 cortes de Old School, predominantemente a medio tiempo, que puede suponer algo distinto para los más fans de la ortodoxia Death Metal.
