CELTIC FROST (SWI) «Into the Pandemonium»
Noise Records, 1987
La Música, como una de las Bellas Artes, se aprende a amar. A pesar de que nacemos con un instinto musical innato, hay que educar el oído para captar y disfrutar mejor de la experiencia. No os acordáis, pero cuando erais pequeños, antes de cumplir el año, ya reaccionabais a sonidos, a la voz de vuestros padres; luego aprendisteis a dar palmadas y aquello era la experiencia más alucinante de vuestro (por entonces) limitado conocimiento del mundo. Los años pasan y uno adquiere la bipedestación y las experiencias y el aprendizaje continúa en escala exponencial. Se toma conciencia del cuerpo, de los sentidos y todo el entorno se llena de colores, de luz, de sensaciones…
Una vez finalizada la introducción, pongámonos nuestras mejores galas (de smoking ellos, de vestido color champán ellas) y retrocedamos nuestra memoria treinta y pico años atrás, para retomar aquel momento en el que aprendimos a escuchar música, o por lo menos, en lo que a este vuestro humilde crítico se refiere, el disco que abrió una puerta en mi interior por la que nunca han dejado de fluir las notas, los acordes, las melodías… Euterpe ha sido bondadosa con nosotros y nos ha regalado la Música.
Si bien es cierto que la musa de la música ha sido generosa y amable con nosotros, vamos a hablar de la infancia de Thomas Gabriel Fischer, que no lo fue tanto. Escribió un libro junto con Martin Eric Ain en 2010, titulado “Only Death is Real: An Illustrated History of Hellhammer and Early Celtic Frost 1981-1985” (todavía no obra en mi poder, pero todo será ponerse). Lo que si engrosa la filas de mi biblioteca es un denso estudio de la escena por parte de Dayal Patterson, titulado “Black Metal: Evolution of the Cult” y en concreto, me voy a centrar en el inicio del capítulo V, dedicando a HELLHAMMER. De la música, ya hablaremos, pero prestemos atención al tercer y cuarto párrafo de ese capítulo. Lo que el autor británico nos refiere ahí son, en palabras del propio Thomas, la infancia y la pre-adolescencia del músico suizo.
Hasta los seis años, tuvo una infancia normal, como la de cualquier niño. Entonces, es cuando los padres de Thomas deciden separarse. Así que la madre se trasladó a un pequeño pueblo rural de no más de 1500 personas con una fantástica colección de vinilos, le colgó una llave al cuello del niño y le dijo básicamente que se buscase la vida que ella se iba a pasar de contrabando relojes y diamantes. Así que allí estaba él, solo durante semanas, en un poblacho, sin conocer a nadie, sin parientes cercanos, así que se refugió en la música. Posteriormente, la madre empezó su deriva hacia la locura, llegando a acumular hasta noventa gatos en casa. Todos hacinados allí, el pequeño Thomas (a mediados de los setenta) creció entre heces, meados, cucarachas y gusanos. Cuando salía a la calle, era el objetivo de los matones del pueblo. Y en aquellos años no había el control y la conciencia actual sobre el acoso escolar.
Dibujado el mapa mental, vayamos a lo que escuchaba Thomas de aquella basta colección de vinilos. Como os podeis suponer, en aquel estado anímico, lo que el ávido niño buscaba gravitaba inevitablemente hacia lo más pesado del espectro, con lo cual empezó a descubrir a bandas como UFO o todas las andanadas del NWOBHM, y más en concreto, en un viaje a Londres descubrió la tienda HMV en Oxford St. dónde tenían una buena colección de la Nueva Ola del Metal británico e, incluso, el single de debut de los VENOM, “In League with Satan”. Lo que podeis suponer que supuso una epifanía para Thomas. Así empezó todo y en concreto con HELLHAMMER. Es importante hablar de su primera banda porque de ahí surgió CELTIC FROST.
La banda primigenia es más leyenda que otra cosa (bueno, también la influencia musical y tal). Realmente HELLHAMMER publicaron tres demos en 1983 y un EP, el “Apocalyptic Raids” (1984). Pero la sombra de dicha banda fue alargada, sobre todo para Tom G. Warrior y, por ende, para CELTIC FROST. El hecho es que el músico quería recomponer filas y tomarse la música en serio, así que sacó adelante la banda grande. De su primera banda, se trajo al bajista y compañero inseparable hasta su muerte en 2017, Martin Eric Ain. Stephen Priestly, baterista de sesión con la primera banda, grabó con ellos el primer disco de la nueva formación, el celebérrimo “Morbid Tales”. Al poco tiempo salió y fue reemplazado por su baterista definitivo, el americano Reed St. Mark. Las cosas se empezaban a poner pero que muy interesantes.
Así que ya tenemos una banda asentada, un salto cualitativo desde HELLHAMMER hasta CELTIC FROST (en palabras del propio Tom G. Warrior, aprendieron a tocar de verdad sus guitarras). Pero, como he dicho la sombra de la primera banda era alargada, y mucha gente veía en los CELTIC a los HELLHAMMER pero con otro nombre, cosa que enervaba al músico, puesto que la primera banda era aquel estallido de malhumor (adolescente si queréis), con nula sonoridad y competencia musical (Ya sabéis, basta con meter mucho barullo, ser los más malos y radicales, o los más satánicos y poquito más). Por eso, y debido al enorme y ecléctico acervo musical de Tom, la distancia entre los CELTIC y los HELLHAMMER se ampliaba cada vez más. La experimentación, el ampliar los horizontes, las influencias de bandas como BAUHAUS o SISTERS OF MERCY o los primitivos VENOM, todo tenía cabeza en la mente de los tres músicos. Imaginaos el subidón cuando el propio H.R. Giger les permitió usar una de sus obras (Satan I) como portada de su segundo álbum, “To Mega Therion”.
Así que después de pasarse los primeros meses de 1987 encerrados en el estudio (de enero a abril), por fin, el uno de junio de 1987, sale a mercado “LA OBRA”, el disco definitivo y definitorio de CELTIC FROST: “Into the Pandemonium”. Desde el minuto uno fue clasificado como “avant-garde metal”, lo que básicamente, quiere decir: “no-tengo-ni-puta-idea” de lo que acabo de escuchar; me he quedado tan flipado que no sé dónde encuadrarlo. Las reacciones fueron dispares, tanto por la vieja guardia de HELLHAMMER, que esperaban una nueva versión del “Apocalyptic Raids”, como para los nuevos amantes de CF. Pero, ¿qué es “Into the Pandemonium”?
Más o menos estamos situados en la segunda mitad de los ochenta. Ya hemos visto los primeros años de vida de Thomas Gabriel Fischer (aka, Tom G. Warrior) que lo llevaron a volcar su infancia en plan catarsis con su primera banda, HELLHAMMER y como la evolucionó hacia CF. Si establecemos como el año 0 del Heavy Metal el 13 de febrero de 1970 (publicación del primer disco homónimo de BLACK SABBATH) nos encontramos con que el Heavy es un adolescente que ha crecido lozano. Ya no es el ruido airando de unos melenudos y ha abandonado la marginalidad. Al contrario de su primo, el Punk, este jovenzuelo irreverente goza de una salud de hierro (¡nunca mejor dicho) y está sacando a relucir vertientes más intelectuales. Bruce Dickinson, el cantante de IRON MAIDEN, es un licenciado en Historia que lo mismo te canta sobre las invasiones normandas (“Invaders”) que de Alejandro Magno. METALLICA basan temas suyos en la obra de un Nobel como Hemingway (“For whom the Bell Tolls”)
Pues CELTIC FROST llevan ese estado de bonanza al siguiente nivel. ¿Queréis saber lo que es la intelectualidad y la elegancia de las mentes del Heavy Metal? Joder, no hace falta pentáculos y cruces invertidas en la portada, ni que aparezca el nombre de Satán en cada puta frase (¡Ejem, señores de VENOM y demás, va por ustedes!). Más heavys que una lluvia de hachas, los de CELTIC FROST se van a publicar un LP con la portada más heavy del mundo. Del tríptico de “El Jardín de las Delicias”, de “El Bosco” (1505), una de las obras más cripticas y fascinantes de la pintura universal, toman un pequeño retazo del panel derecho, del Infierno. ¿Y para el título? Pues se van al mejor poeta en lengua inglesa: al Señor John Milton, que en su obra “El Paraíso perdido” (1667) acuñó el nombre de la imaginaria capital de los Infiernos: el Pandemonium (del griego, pan, todos, y daemonium, espíritu, y luego, demonio). Y esto, sólo es el nivel básico de comprensión del álbum.
Cómo podéis ver, este disco, la banda, el concepto, todo es muchísimo más sutil, muchísimo más elevado que cualquier cosa que había entonces e incluso de lo que hay ahora. Si puedes comprender, o atisbar no todos, pero si buena parte de los matices de este álbum, estás dentro de la intelectualidad del HM; si no, eres un gañan al que le gusta el ruido por el ruido. Este disco es ese tamiz por donde se filtran los dos extremos, el sibarita o el gañan del metal. Es ese momento y con este disco, en el que el Metal se convierte en adulto. Ya había muchas pruebas de que el Metal no era la música de los melenudos y que sus letras no eran de sexo, drogas y R’n’R. A no ser que seas MÖTLEY CRÜE y publiques en ese mismo año el “Girls, Girls, Girls”. Lo dicho, “Into the Pandemonium” es el tamiz.
Porque Tom G. Warrior y sus huestes iban a saco. ¿Quieres que te revienten la cabeza? Pues empieza a escuchar el disco. Abrimos con riff potente y un cencerro (uno de esos recursos más para Rock, o Sureño o años después para los RAGE AGAINST THE MACHINE) y una versión. Para cagarse en todo lo cagable, CELTIC FROST abren el disco con una cover del “Mexican Radio” de la banda de New Wave WALL OF VOODOO (sí, has leído bien, New Wave). Y mientras los tres músicos evolucionan, se escuchan samples intercalados. Y sí, la primera en la frente. Abrimos el disco con una versión, no el noveno tema de diez, o no como bonus track. ¿Qué, qué pasa? ¿Quieres más? “Mesmerized” incorpora una cadencia que fluctúa entre ritmos más acelerados y otros más lentos, con un Reed St. Mark mostrando su valía detrás de los tambores; Warrior gimotea acompañado por los fantasmales y góticos coros de la soprano Claudia-Maria Mokri. Cosas increíbles pasan a tu alrededor y estás cayendo bajo el embrujo de una banda en su mejor momento, en su más alto nivel compositivo.
Pero es que “Inner Sanctum” se acelera de una manera brutal y Reed se desata en una línea machacona donde va alternando rapidísimos ataques a doble bombo con tempos contenidos. Solos de guitarra sucios y tirando de palanca sirven para contrastar con unas letras inspiradas en los poemas de Emily Brontë. ¿De verdad prefieres escuchar a los MÖTLEY? Pues entonces “Tristesses de la Lune” no es para ti. Arreglos orquestales, violas, violines y cellos sobre el recitativo de Manü Moan. Pero es que esto es ambrosía pura. Es el soneto LXV de la obra más absoluta del poeta más maldito: “Les Fleurs du Mal” (Las flores del Mal, 1857) de Charles Baudelaire, obra que sufriría censura en Francia hasta 1949 por su “ultraje a la moral pública”. Unos temas después se graban el mismo tema, pero convenientemente metalizado (celticfrostizado), “Sorrows of the Moon”
“Babylon Fell (Jade Serpent)” tira de los mismos sentimientos que la banda había grabado en su anterior obra, y tiene ese pulso crujiente, vuelven a aparecer los coros fantasmagóricos pero el riffing de Tow G. Warrior es absolutamente crujiente, oscuro, vicioso y enfermizo. Y, maldita sea, que me aspen si lo que inicia el siguiente tema, “Caress into Oblivion (Jade Serpent II)”, no es un puto almuecín llamando a oración. Pero si la cosa se estaba poniendo rara, adelantada a su tiempo, avant-garde o como quieras llamarlo, llega el momento de “One in their pride”, una pista con un loop percusivo, repleto de samples electrónicos, ráfagas de violines chirriantes y… ¡Yo que sé, si es que son CELTIC FROST en 1987! ¿Y las dobles armonías vocales del “I won’t dance” y esos coros? ¿Demasiado funky para ti, nene? ¡Demasiado CELTIC FROST para todo el mundo!
Llegamos al final del álbum con otra obra maestra que abrió el camino al resto de bandas del metal extremo, del Black, del Goth y de veinte mil cosas más: “Rex Irae (Requiem)”. Demasiado innovador para su momento, volvemos a los arreglos de cuerda (violines, violas y cellos), un corno francés y timbales de orquesta, vocalizaciones femeninas nítidas en contraste con la decadente voz de Warrior… Y nada más que añadir. Bueno, dos notas al pie. El primer disco de DIMMU BORGIR, como máximos representantes de un Black Metal Sinfónico fue el “For all Tid” de 1994, siete años después. ¡Siete! Y la segunda nota, este Requiem conoció una tercera parte en el álbum de 2006, “Monotheist” en el tema “Winter (Requiem, Chapter Three: Finale)”. La segunda parte, supongo que habremos de quedarnos con las ganas ahora que CF ya no existe.
¿Un disco fruto de los tiempos, de aquellos tiempos de cambio y de experimentación? ¿El resultado de un golpe de suerte? Es poco probable. Solo hay que ver lo que ha hecho Tom G. Warrior alejado de CELTIC FROST, y descubrimos bandas y discos tan magistrales como lo que ha publicado con APOLLYON SUN o con TRIPTYKON. Esto no es fruto de la casualidad, esto es fruto de una de las mejoras y más innovadoras y creativas mentes del metal, y es Tom G. Warrior. Y sin duda alguna, si hay un disco que tienes que escuchar para intentar comprender lo que es el Metal, lo que es la evolución, lo que es la innovación, lo que es romper fronteras es, sin duda, “Into the Pandemonium”. Treinta y tres años desde su publicación y a fecha de hoy, no sé cuántas veces lo he escuchado para escribir esta review… Sigue noqueando como entonces, una obra atemporal, el tamiz del Metal moderno.
Puntuación
Nota - 10
10
Nota
“Into the Pandemonium”. Treinta y tres años desde su publicación y a fecha de hoy, no sé cuántas veces lo he escuchado para escribir esta review… Sigue noqueando como entonces, una obra atemporal, el tamiz del Metal moderno.