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SYMPHONY OF SYMBOLS (HUN) “Historiocriticism” CD 2018 (Metal scrap records)

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Por Cesar Luis Morales

¿Death Metal en el 2018? ¿Pero eso todavía se lleva, todavía existen bandas que tocan de eso? Teniendo en cuenta que el origen lo podemos ubicar sobre mediados de los ochenta con bandas como POSSESSED o los propios DEATH y alcanzó sus momentos álgidos con discos de la talla de “Altar of Madness” (1989) de los floridenses MORBID ANGEL o el “Slaughter of the Soul” (1995) de AT THE GATES, por poner un par de ejemplos… ¿Qué podemos esperar en el 2018? Repito, ¿Todavía existen bandas que tocan de eso?

El Heavy Metal ha sido cuna de innumerables géneros que han servido siempre de revulsivos para la música cuando ésta se convierte en un producto comercial soso, blando y sin el filo de peligrosidad que debe tener, debido a su capacidad para remover las emociones y las conciencias humanas. El Heavy vino a rescatar al Rock, el Thrash hizo lo propio con el Heavy, pero cuando estos últimos géneros pasaron a formar parte de lo cotidiano, aparecieron los estilos más extremos. El Death Metal aceleró aún más el ya de por sí acelerado Thrash Metal hasta anular las melodías y convertir aquello en un borrón sónico, con guitarras trepanadoras, baterías bombardeantes y la voz, ¿Qué voz? ¿Y tú me lo preguntas, Chris Barnes? ¡Esa voz!

De todos es sabido que el Death Metal no contó con mucha popularidad desde sus inicios debido a su difícil propuesta. Su velocidad desmesurada, sus vocalizaciones guturales y cavernícolas, sus guitarras discordantes, su muro de sonido que desplaza tu materia gris un par de milímetros con cada reproducción… incluso otros estilos igual de impopulares, como pueda ser el Black Metal o el Grindcore han encontrado su nicho entre el público. Se ha aceptado la escena del Back Metal Noruego quizá por sus componentes operísticos, o quizá por su oscura historia de asesinatos y venganzas edípicas y de quema de iglesias, porque eso llama la atención y hace que el espectador no gire su cabeza aburrido buscando otras cosas en las que entretenerse. Pero el Death Metal fue, y sigue siendo, una especie de patito feo de la cultura del Metal. Demasiado intenso para escuchar una tarde cualquiera, demasiado ruidoso para unos buenos altavoces, demasiado rápido para menear bien las melenas al viento, demasiado serio para – de modo paradójico- tomárselo en serio… demasiado, demasiado, demasiado. Un adverbio que le cae que ni pintado. Demasiado, el exceso es parte inherente del Death Metal.

Después de la introducción, vamos a preguntarnos si es válida la propuesta del Death Metal para los años que corren. ¿Y qué tenemos? Pues el último larga duración de los húngaros SYMPHONY OF SYMBOLS, titulado “Historiocriticism”, publicado en agosto de este año por el sello ucraniano Metal Scrap Records.

La banda fue fundada allá por el año 1997 por el batería István Forró, al que pronto se le unió el bajista Tamás Mezey, cohesionando el núcleo de la banda. Los primeros resultados de la banda fueron grabados en 2002 bajo el título de “Fall of Enigma” que era más Black que Death con un teclista a bordo. A dicho álbum le siguieron una serie de cambios de miembros (guitarristas, teclistas y vocalistas). Su segundo larga duración, “Stupefying Beliefs”, fue publicado por Metal Scrap Records en mayo de 2012. Al poco tiempo, también en 2012, se les une el nuevo vocalista, Kovács Zoltán Frigyes, consolidando la formación actual de SYMPHONY OF SYMBOLS, que nos presenta este “Historiocriticism”. ¿Tres discos en veinte años? Demasiado tiempo, demasiado poco material, ¿demasiado Death Metal?

Tenemos todos los elementos del Death Metal originario, aquellos álbumes grabados por NILE, o por MORBID ANGEL… una batería que ametralla marcando ritmo, doble bombo y blast-beats a saco, una guitarra que, como una motosierra, trepana riffs, un vocalista que hace gárgaras con azufre y clavos oxidados. Y lo digo ya de anticipado: me ha faltado una buena mezcla de las pistas del bajo que seguro también tiene una buena relevancia en la banda. Ataque sonoro de primer orden como se podría esperar de un disco de Death Metal; portada misteriosa con una especie de piedra sobre la que hay grabados una serie de símbolos, algunos de los cuales podríamos identificar como representaciones esquemáticas de las Pirámides de Egipto, los moai de la Isla de Pascua o los crómlech de Stonehenge; en el interior del libreto, las letras, cuatro tipos mal encarados y enlutados, un logo ilegible como suele ser común en según qué bandas. Once temas, cinco de ellos, breves interludios entre los otros seis largos, una hora de duración.

Únicamente los cortes que sirven de enlace entre un tema y otro -“Flood”, “Gates”, “Rings”, “Giant Signs”, “In the Service of Evil”- parecen tener algún tipo de estructura de “canción normal”, aunque salvo el primero “Flood” y el tercero “Rings”, el resto tienden hacia un Dark Ambient con toques industriales que bien podrían haber sido firmados por ULVER. Y todos ellos, no presagian nada bueno, consiguen meterte en el cuerpo una tensa espera, simplemente son la ominosa calma antes de la tempestad. Porque el resto de temas del disco, “Dispersion”, “Pyramid Cities”, “Verity in the Legends”, “Beyond Earth”, “The First Nation, the Last Survivor”, son una pesadilla de riffs inmisericordes continuos sin aparente ilación, esas guitarras desquiciadas tan a lo Trey Azagthoth. Cada uno de esos temas, cuya duración media es de unos siete minutos, es como si escuchases todos los riffs de un disco de MORBID ANGEL en una misma canción, todos pegados y unidos sin más. Hasta aquí el análisis cazurro. Pero…

Si consigues pasar ese muro sónico que te desplaza la materia gris unos dos milímetros con cada escucha, descubres que detrás del patito feo del Death Metal hay algo más. Cada cosa está en su sitio y cada riff tiene su por qué. “Historiocriticism” es un álbum conceptual, y sí, los temas interludios son la calma que precede a la tempestad, pero cada arsenal sónico desplegado en cada canción tiene su sitio, su orden y su estructura. Cuando descubres que cada uno de las pistas largas, tiene un prólogo y un epílogo, y que abarcan varios temas en su interior, comprendes que toda esa amalgama de riffs, aparentemente inconexos, tiene una estructura que, como el Death Metal, no es de escucha fácil. Y todo está justificado, como en la portada del disco, que hay esquematizaciones de las líneas de Nazca, las pirámides de Egipto o Stonehenge, porque cada tema son muchos temas, con un prólogo, con su desarrollo, con su nudo central y con su epílogo, de ahí la complejidad de cada uno de los mismos. Y hablan de eso: de los símbolos perdidos, de hallazgos arqueológicos, de la Atlántida y de Chichén Itzá, de cómo mucho de ese conocimiento arcano y primigenio ha ido desapareciendo, borrado por determinados poderes que quieren que nuestras mentes estén cegadas por el desconocimiento:

As long as they are lying about our history, our minds are captured. We have to fight to see through where we are truly come from. There is some big interest in our ignorance.

No, no es de fácil escucha, no es de fácil entrada, pues la propuesta es harto compleja: es Death Metal y además es Progresivo, pero tras las primeras quinientas bofetadas sónicas, le vas pillando el tranquillo y ahí está: una obra maestra, redonda de principio a fin, redonda en su concepción, redonda en su interpretación. Sí, Death Metal, y además Progresivo, y sí, en 2018. No es el álbum que dinamitará el género, que lo rompe o lo redefine, pero es un álbum que, varias décadas después, demuestra que el género, a pesar del nombre (Death) está bien vivo y puede parir discos tan geniales y elaborados como este “Historiocriticism” de SYMPHONY OF SYMBOLS.

Nota - 9

9

Nota

No, no es de fácil escucha, no es de fácil entrada, pues la propuesta es harto compleja: es Death Metal y además es Progresivo, pero tras las primeras quinientas bofetadas sónicas, le vas pillando el tranquillo y ahí está: una obra maestra, redonda de principio a fin, redonda en su concepción, redonda en su interpretación.

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